miércoles, 14 de diciembre de 2011
Recuerdos
martes, 13 de diciembre de 2011
Reseñas recomendadas
lunes, 5 de diciembre de 2011
Un hombre
Menos me seduce tu inteligente manera de explicármelo todo, que tu deseo por conocer mi opinión. No es tanto que me vuelvan tierna tus caricias dominantes, son más bien tus ojos, cerrados, mirándome así. No son ni tus certezas, ni tu compañía tándem distante y cercana; avasallante, imperativa y comprensiva, lo que me conquista de vos. No. Es mucho más tu risa cuando perdés. No son ni tus sorpresas, ni es tu convicción; no es la corona con la que me corres lo que me lleva a tu cama cada noche... incluso esta noche. Es, en todo caso, la inevitable elección. No era el lugar, no era el momento. No estábamos de acuerdo ni con tu pragmatismo ni con mi devoción. Eramos vos, yo y esta felicidad. Te lo digo a vos, que podrías ser el hombre ideal para cualquier mujer. Y, sin embargo, lo fuiste para mí.
sábado, 5 de noviembre de 2011
En busca de lo irreversible
La idea de la pareja intelectual está terminada. Hay un hombre que no conoce a Bukowski durmiendo en mi cama, y creo que ayer me dejó embarazada. Creo que tengo un hijo en el vientre y creo que es mujer. Todo lo que no soy es historia. El suicidio ya no me parece una opción, tampoco el aborto. Son ese tipo de decisiones que se pueden tomar antes de los 25. Después pasan a ser determinaciones cobardes y desalineadas. Y en eso sí tengo congruencia: no soy cobarde ni quería serlo.
Corro su pierna de encima de mi panza y lo empujo hacia el otro lado de la cama. Salgo del rulo de las sábanas y escucho que me llama. No tengo ganas de responder así que no lo hago. Sé que tengo que hacerme cargo de él, incluso más que de la china que se acomoda adentro como si este cuerpo que habita esta casa fuera un lugar seguro. Intento desenroscar un tarro de jalea de membrillo. Pongo agua a calentar y me apoyo de espaldas contra la mesada, dispuesta a pensar en qué hacer. Y sin embargo solo puedo pensar en que no entiendo por qué cierran tan fuerte los frascos y recuerdo: es por ese tipo de situaciones que a veces pienso en que quiero un hombre como el que duerme en mi cama, que arregla mi auto, pone estantes y me dice entre risas: “No tomes más, hermosa”.
Estoy segura de que si voy y lo despierto y le pido que abra el maldito frasco, él lo va a hacer. Y además va a exprimir las naranjas. Porque él me ama hasta ese punto tan doloroso y puto del amor de saber y aceptar que, sin embargo, yo a veces lo elijo.
Y tenemos piel. Realmente tengo ganas de cogérmelo casi todo el tiempo. Y lo hacemos y él es generoso: jamás termina sin mí. Y si no puedo, él tampoco quiere. Le insisto en que está bien que él goce y que yo después porque eso sí puedo prometerle: nos vamos a volver a ver.
Lu dice que tengo suerte de que me quiera tanto. Yo digo que suerte es otra cosa. Yo que pensaba en un hombre sentado al lado de un hogar, leyendo Pynchon, masturbándose delante mío mientras escribo mi obra maestra. ¿Y ahora qué hago con la negación que me sostenía?, me pregunto y Dios mío, al menos consigo abrir ese frasco.
Entonces saco pan, lo pongo en la tostadora; bajo la intensidad del fuego y silbo. Debería ser más romántica, pienso. Salgo. Compro cereales. Lu dice que tengo que hacer el esfuerzo. Pero yo no era de las que hacen esfuerzos. No creía ni en esfuerzos ni en merecimientos. Pero vuelvo. Preparo el mate, acomodo la bandeja. Dejo el desayuno sobre la mesa del televisor, corro las sábanas y lo miro. No me gusta, pienso. Y lo miro. Tiene ese lunar, y lo miro, aunque tal vez algo lo quiero, y lo miro. Mirar mirar mirar, querer... El me ama y Lu dice y lo que Lu dice me hace mirarlo y sí, lo quiero. Lo destierro de su inconsciencia y le pido que entre, que no piense. Y acaba, otra vez, adentro mío. Otra vez, ya sin preguntar. Faltaba que no me tuviera tanto respeto y me dejara mirarlo para descubrir que lo irreversible estaba, ya, del otro lado. "Fran: estoy embarazada".
domingo, 2 de octubre de 2011
Desovar
Te suelto
Y empujo
Como la montaña a la roca.
Te lloro
Y expulso
Como las nubes al pasado.
Te pienso
Y veo
A un hombre imperfecto,
Al seductor que golpea a la mujer que lo mira.
(El vaciador de mi tesoro:
el vaciador de las palabras).
Te silencio
Y abandono,
En mi tumba de los sábados,
Como al libro inentendido,
Sobre la mesa de dormir.
(¡Estábamos llenos de años
ya
para descuidar la ilusión!)
Te acompaño
Y libero,
Como el tortugo a su tortuga
Antes de parir.
Voy como ella a desovar
En la costa en que nací.
(Hoy ya no te elijo.
-Hoy-
Morí.
-Hoy-
Vive alguien más).
jueves, 11 de agosto de 2011
Ellos
Me gustan los hombres que se obsesionan con la piel. Que juegan con sus yemas. Es que son ellos quienes despiertan mi feminidad, quienes boicotean esta corta aptitud neurótica para la entrega; quienes zambullen sus plácidas narices en el centro creador de aromas; ellos, los ángeles que acuñan agua en el desierto de esas noches refugio de mi desnudez. Me gustan los hombres que toman las transversales, las marcas; me gustan las cicatrices, la lentitud de sus caricias al ritmo del fuego. Me gustan los hombres que no le temen al cuerpo. Los hombres suaves, lentos, los que tienen pausa. Los hombres que abren mis piernas mostrándome el erótico reflejo de mi cuerpo bajo sus ojos. Que apagan la oscuridad, que encienden la luz más distante; los que miran sin atravesar, ellos, los que en cambio esperan la lluvia ácida y confían en el poder del cíclope en conquista, en el ambiente, en el silencio sagrado; que entienden, estos ángeles, que necesitamos besarnos y crearnos íntimos: doblarnos y entonces sentirnos la más hermosa criatura de la noche para, sí, latiendo entre manos, penetrar en la escena con una corona irreversible.
lunes, 18 de julio de 2011
Las flores de algún balcón
domingo, 10 de julio de 2011
Volver, no siempre es volver
Por qué estos nervios. Si es solo una más de una secuencia conocida. Por qué esta ansiedad. ¿Tan corroída estaré? ¿Será una premonición? ¿Un sentimiento de culpa? Esperé su llamado en medio de esas preguntas monologas que funcionan como cadena alimenticia: devorando la cola de la más pequeña mientras que la siguiente es devorada por su posterior; esas preguntas que no acaban en ningún porvenir, las que están para marear y detenernos y a las que damos existencia por esa necesidad de intentar anular a nuestro primer respondedor. Sentía como una ansiedad amorosa. Su cara no es por mí. Solo estoy esperando detrás de la línea roja. No hay drogas, no hay armas. No robé. No insulté. No me quiero quedar. Esperaba a que ella, sin mirarme como hacía con los demás, diera la indicación mediando un gesto limpio con su mano de leche y oro negro para que avanzara y pudiera, al cabo, pellizcar mi frente con su mirada. Buenas noches; buenas noches. Documentos, por favor. Sí. ¿Motivo de su visita? Placer y curiosidad. ¿Así que otra argentina curiosa? Sí, argentina. Bienvenida a La Habana. Gracias. Porque tantas veces había querido ver a la Cuba de Fidel; tantas veces me habían hablado del país de la revolución que persiste, tanto había leído, en mi época ya añeja de ideales, que lo que sucedía era, al menos para mi posible estado de consciencia, la materialización de eso que llamamos rotundamente Un Sueño. Y entonces yo, que creía que lo que se imagina cuando es finalmente soñado acaba con la fantasía, tuve que callar y volver a otro, algún otro punto de fuga. Yo, que creía en las bolitas de mierda del aburrimiento que conlleva cierta edad después de la que, por haber visto ya varias cosas e, incluso, haberlas repetido, quedaba como opción la búsqueda de una tranquilidad espiritual, o la maternidad y su trascendencia, en La Habana tuve que atragantar mi especie y purgarme de ron, amor y sal. ¿Qué hiciste, La Habana, entera Cuba, con mis espejos y con las pocas ideas que quedaban sin cuestionar? Mataste mi admiración hacia tu revolución, es cierto, pero en cambio me convenciste en la fe. De gentes. No quiero que seas mi espejo, sino el cristal que miro de lejos. Y no tengo frío, cuando pienso en él. Ay, Leonel, después de aquella noche de Malecón, todavía guardaba respeto a la advertencia: no hablar con los cubanos, solo quieren tu plata, un trago, o casarse con vos. Sabés entender. Llevo reloj, aunque por entera pensé: para qué quería hablar yo con él, si no era por algo a cambio, en todo caso, también. Caminamos noche y es isla, imaginen, no hay fin sino eternidad. Entre su edad que a pesar de todo era la misma que la mía, el hombre bajó de la patrulla y le pidió identificación. ¡Ay, Leonel! ¿Qué hizo Leonel? Señorita, quédese tranquila, es un control, los estábamos siguiendo por las cámaras y ahí nomás, como caña al pez, sacó sus esposas, lo giró y ¡Ay, Leonel! Ya estabas apresado. Vi tus ojos navegar detrás de un rojo que entendí en tristeza, pero mi reloj de ciudad mandaba: es vergüenza, tiene vergüenza, su mentira fue jaqueada. ¿En qué andarás, Leonel? De detrás del vidrio gastado, moviste tus labios soltando un murmullo que no escuché. Te pedí que repitieras, pero el vidrio del carro policial no se mueve. Bajé un pie del cordón, sostuve mi peso con una mano sobre el cristal, acerqué mi oído y de nuevo no pude escuchar y sin embargo ver, descreída todavía, el camino de tu mano yendo a apoyarse contra la mía. Y entendí tus ojos, sentí tu bronca, a pesar de la frontera que fue el vidrio de aquel móvil, entre vos y yo. ¡El Panóptico también es comunista, demonios! En Cuba está prohibido que los cubanos hablen con los turistas. Porque ellos son cubanos y nosotros, turistas. Pero no crean, imperialistas, esto no es un derechazo hacia ustedes. En todo caso, no voy a hablar de política, es que no entiendo nada, nada más que a Leonel y a sus ojos que soltaron por 10 CUC, y desde entonces, caminamos juntos con metros de distancia. Y lo enseñé a Kenya que mientras dibujaba líneas en mi cabeza, trenzas cocidas igualitas a las de su hija, riendo sobre mi regazo, me regaló mi primer y certero deseo de amamantar. Brindó y me dijo: “Por nuestra amistad”. Y le dije: "Ja". Su simpleza es su regalo y el mío, un frasco de shampoo. ¿Dónde estará la libertad? Dijo: juegas con las cartas marcadas y se rió de mí. Me mostraste tu ron, tus habanos; me mostraste el alfeizar de mi rendición y me recordaste la letra de mi primera filosofía: el que abandona, no tiene premio. Me corriste, me cantaste, me hiciste bajar las cartas; me ganaste, me sentiste hermosa, me conquistaste, me emocionaste, me hiciste la hembra que le dicen y tanto que renegué: una hembra de deseo, de fuerza caribeña, me corriste la coma… Cuba, este cartón se metió en tu mar. Solo espero no estar debiendo estas arrugas -¡oh argentinidad!- sino ya haberlas pagado.
viernes, 3 de junio de 2011
De nuestras caras
jueves, 26 de mayo de 2011
Escribir
domingo, 22 de mayo de 2011
jueves, 19 de mayo de 2011
Casi todo
domingo, 8 de mayo de 2011
Una pluma más, un jazmín menos
domingo, 1 de mayo de 2011
Medí tu acrobacia, y saltá
lunes, 25 de abril de 2011
¡Ay, literatura!
domingo, 24 de abril de 2011
Siempre hay un por qué, a veces en el cielo
jueves, 14 de abril de 2011
No importa
miércoles, 6 de abril de 2011
domingo, 3 de abril de 2011
Nacido en Caraguatá
lunes, 28 de marzo de 2011
A esto de no saber
lunes, 21 de marzo de 2011
jueves, 10 de marzo de 2011
Imagine all
lunes, 28 de febrero de 2011
Cazadores de hitos
domingo, 20 de febrero de 2011
El último cigarrillo
- Pensé que habías dejado de fumar.
- Hoy no puedo dejar de fumar, ¿cuánto es?
- $3,75. ¿Entonces volviste al vicio?
- Los ex fumadores siempre nos estamos yendo, si vieras lo demandante que es.
Para cuando llegué hasta la plaza me quedaban ocho cigarrillos. El noveno lo había sentido mejor, ya, así que ajusté una nueva vara en mi mano y miré la luna durante el rato que bastó para desvelar al pasado y refirmar la dirección de mi noche. Entonces apagué la colilla y, mientras sacudía el cuaderno en que había anotado algunas ideas con la intención de guardarlo en mi morral y seguir caminando, ¡alguien me llamó por mi condenado nombre!
- Hola – dije al levantar la mirada, como para hacer algo.
- ¿Cómo estas, Marina?
- Ay –le dije, como para exclamar algo.
- ¿Qué hacés sola por acá de noche?
- Te pido mil disculpas –le dije, como para decir algo.
- ¿Escribís?
- Te pido mil disculpas –insistí.
- ¿Por qué?
- Bueno, es que… no me doy cuenta de dónde te conozco.
- Dale –dijo, cantando la “a”.
- Bueno, en verdad no sé –dije, como quien necesita que le crean que es una verdad lo que está diciendo, maldita sea, ¡tanto trabajo tiene que dar la verdad!
- Soy Johy, hicimos juntas hasta tercer año, vos después te cambiaste de colegio.
- Ay, te pido mil disculpas, pero es que en verdad…
- Johy, Johy Uriarte, Marina, fuimos juntas con Flor Piñas, Valen Zacarías, Tomate, tuvimos de profesora a Berther en literatura.
- Ah, de Flor me acuerdo y de Tomate también.
- ¿De Valen no?
- No.
- Qué raro, viajamos juntas a El Palmar en primer año, estábamos en la misma carpa, Marina, me da gracia que no te acuerdes.
Pisé una nueva colilla. Para esa altura de la conversación, seis cigarrillos me daban pánico.
- ¿Sos Marina Agra? ¿O no? -me replicó.
- Ja, creo que sí.
- Ja. ¡Qué poca memoria!
- Es que yo no nunca fui a El Palmar.
- Dale –dijo otra vez, así, estirando la “a”.
Me invitó a tomar algo y aunque encendí un cigarrillo para explicarle esto de mi pertenencia al grupo de los lunáticos dependientes y mi necesidad de atravesar un sábado en soledad para inclinar un poco la balanza de los tres casamientos, fue tan categórica que subí a su auto. Hay veces que si le confiás algo de atención al llamado universal, te da la sensación de que no decidís nada.
- Una de las que se está casando soy yo. Pero solo me gustaría fumar un cigarrillo –dijo y manejó hasta Goyeneche, el bar-popular del barrio, relatando algunas anécdotas de las que me sentí parte, y otras que ni siquiera reconocí cercanas.
- ¿Sabés? –le dije- es un poco confuso esto.
- ¡Ja!
- En serio, creo que no te conozco.
- Marina, vayamos al médico, aunque creo que la falta de memoria no tiene cura, ja ja ja ja.
Se sentó en la mesa de siempre, bueno, la que para mí es la mesa de siempre, y pidió una botella de cerveza.
- La que tengan más barata –dijo.
Pedí unos palitos bien secos y un cenicero. Le ofrecí el cuarto cigarrillo y agarré uno para mí. Estuvimos un rato en silencio. Johy miraba los poster de Goyeneche, las fotos del Che, la vi leer varias veces la frase insignia del lugar “no importa” y finalmente me decidí a preguntarle:
- Sí, las otras son Sole Oyhanrique y Flavia Gaudio.
- Sí, eso lo sé, pero pensé que el otro casamiento era de Mauro y Guadalupe.
- Sí, soy yo Marina, Guadalupe Johana Uriarte. Me hacés reír.
- ¿Y cómo estabas en la plaza si te estás casando?
- Bueno, esa es una buena pregunta.
- Gracias.
- Me fui.
- ¿Cómo que te fuiste?
- Sí, agarré el auto y me fui –la moza trajo la cerveza- Gracias, ¿cuánto es? Yo te invito.
- Gracias, ¿entonces?
- ¿Qué cosa?
- Me estabas diciendo que te fuiste de tu propio casamiento. Pero no estás vestida de fiesta.
- Pasé por mi casa antes.
- ¿Y tu novio?
- No sé, debe estar bailando.
- ¿No se dio cuenta que te fuiste?
- Supongo que sí.
Seguimos calladas durante un rato, unos diez minutos tal vez, hasta que me pidió un cigarrillo.
- Ay, discúlpame.
- ¿Qué pasó?
- Me quedan solo dos –le dije- no te puedo dar.
Y encendí uno.
- ¿Sos fumadora? –le pregunté.
- Hoy sí.
- ¿Y antes?
- Solo los días que no puedo no fumar.
- Ah, sos de mi equipo, de los que fuman cuando necesitan tener la vara en la mano.
- Sí, ya sé.
- ¿Cómo sabés?
- Porque fuimos juntas al colegio, Marina, ja, me hacés reír.
- Pero cuando iba al colegio yo no fumaba.
Preferí no seguir con la conversación y entonces le pedí que me contara cómo es el preparativo de un casamiento. Habló con entusiasmo y en algún momento dejé de escucharla con atención analítica para hacerlo con la intención de memorizar lo que decía para usarlo como material de un cuento sobre una chica que pasaba un año entero de su vida planificando un casamiento, contrastada con todas las otras cosas que se podían hacer durante un año en el que no se planificaba ningún casamiento. Con las cosas que, por ejemplo, había hecho yo.
Johy calló y sonrió con amabilidad. Giré, y vi a la moza alejarse.
- ¿Qué dijo? –le pregunté.
- Que están cerrando, nos tenemos que ir.
Se paró con tranquilidad, colgó su cartera de un hombro y yo atravesé mi morral por la espalda. Me dijo eso de que un placer y que gracias por el cigarrillo y yo bueno, igualmente. Y cuando las luces del bar se encendieron, vi su cara iluminada, más allá de su contorno, por primera vez. Corrí la silla con la parte trasera de mis rodillas con tal fuerza que el respaldo golpeó contra la mesa que estaba detras. Era una nena con la piel como arena caribeña, glacial.
- Otro día podemos hablar de la luna. Para mí también es la lágrima vital de la inspiración. Aunque un día decidí mirar el sol.
Volví a mi casa caminando, saqué el último cigarrillo del atado, lo fumé hasta la mitad. Y lo tiré.
miércoles, 16 de febrero de 2011
Tirador de elite
jueves, 27 de enero de 2011
Cómo queremos a Cerati
viernes, 21 de enero de 2011
Matter of fact it's all dark
domingo, 16 de enero de 2011
La Era de Acuario
Dicen los apocalípticos que en 2012 será el fin del mundo. Mi amigo dice que la catástrofe es ahora, ya, que está sucediendo. Estas inundaciones, estas tormentas, este aparente sinsentido de las trabadas relaciones humanas, este saberlo todo contaminado por su propio exceso. Este ser Internet. Lo que viene es la revolución, la verdadera trascendencia: la nueva Era. Así como todos vivimos en evolución personal sin saber qué dirección tomará esa evolución, así como somos ciclos, así mismo sucede con el universo.
La Era de Acuario, dice, es un despertar que ya está presente y nos lleva hasta un irremediable lugar de conocimiento. Todo se sabe -o se puede saber- y así nosotros: buscamos comprender quiénes somos y en este final de camino hacia la verdad, los que todavía no pudieron(imos), andan(mos) dando zancadas, coleteando las últimas posibilidades para entender, quitando la tierra de nuestro monitor, corriendo a las personas que se paran frente a nosotros y miden lo mismo ¡nos tapan el horizonte!, rompiendo cables, apurados y algo torpes por llegar temprano para ver desde la fila del medio el momento en que Benjamin Linus hace girar la isla (y acá tomo prestada una imagen que Fabián Casas tomó de Lost y usó para expresar otra idea que no viene al caso), antes que empiece la próxima temporada.
“La Era de Acuario está llegando hacia nosotros. El vacío, la insania y el dolor
serán asunto de toda persona. La gente va a querer golpear paredes para saber a
dónde puede ir. Han habido muchas eras y cambios de épocas en la larga historia de la humanidad. Pero este cambio de era es diferente. La antiguoa Era de Piscis fue dominada por máquinas y jerarquías. La nueva Era de acuario está regida por la conciencia, la información y la energía. El poder más grande será tu palabra –tus palabras proyectadas conscientemente-. Este cambio es radical, no gradual. Es un cambio simultáneo tanto en el mundo exterior como el interior (…) Hay muchas
dimensiones involucradas en el cambio radical de esta era. En todas partes, la
gente lo está discutiendo, está haciendo predicciones o negándolo. Algunos
sienten el cambio como el cataclismo o el fin del mundo, otros como un nuevo
comienzo, y otros, todavía, como un momento de incertidumbre e impredecible. El
cambio no es en todos los niveles de la vida al mismo tiempo. No es sucesivo u
ordenado, ni cada paso es predecible. Y nos afecta personalmente (…) El cambio y
el aprendizaje son continuos y de por vida. El intelecto no es suficiente.
Necesitamos una relación nueva con la intuición, la emoción y el instinto. Esta
es una era de paradojas: más global y más individual, con menos fronteras y más
demandas de separaciones políticas. Todo es más rápido y tenemos menos tiempo.
Necesitamos mucho más amor y unidad, pues tenemos más miedo y una inseguridad
tremenda. La resistencia y el desempeño óptimo constante son los estándares
comunes para evaluar a toda la gente y su trabajo, y la necesidad es ir hacia
adentro y regenerarse (…) Tenemos que aprender a usar la mente de diferente
manera. (…) La Era de Acuario empezó el 11 de noviembre de 1991. Estamos en el
período cúspide entre Piscis y Acuario. El mundo cambiará (…) Las personas están
buscando la realización del ser a través de la pureza y la piedad, la
individualidad y la realidad. Ellos ya no quieren practicar la dualidad. Por
eso, van a encontrar pocos matrimonios. (…) La única manera de sobrevivir hoy en
día es a través de la insania del ego. No el ego –el ego tiene una referencia
racional. Sino la insania del ego. El ego del hombre es como una víbora que te
escupe su veneno como una fuente. No significa nada, nada más te da miedo. (…)