jueves, 20 de diciembre de 2012

2012


Quiero entregarle el año a una ola para que a su vuelta rompan en mis pies las respuestas a tantos por qué.  Después de tanto, tiene que haber un por qué. Al menos una intención de por qué. Aunque sea el motivo causal. Quiero ir a pedirle al océano que se lleve mis palabras mareadas y me traiga de vuelta la luz de una idea. Quiero que el dolor se transforme. Quiero que en la espalda de lo que parece injusto haya una razón. Y quisiera también que nadie al rededor mío pase tristezas ni soledades, que nadie mienta, que nadie se esconda, que todos perdonemos y aceptemos, que no nos juzguemos, que sepamos que somos lo mejor que podemos... que pudimos; que nos abracemos más y nos critiquemos menos. Quisiera que el dolor que pude provocar se cure magicamente y quisiera tener un papa feliz, que me enseñe a ser feliz. Tal vez haya deseos que no se cumplan. Pero al menos me alivia saber que después de 2012 no va a haber otro 2012 jamás. Me alivia saber que después de 2012, ya nunca más seré la que fui.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Podría


Podría llorar todos los días. Tengo motivos personales, incluso sociales.
Podría hablar con algunas miserias que hice melancolía y otras mentiras que olvidé.
Pordía realmente quedarme tirada sobre mi cama, durmiendo y desesperada, como tantas noches.
Podría no comer y echarme a morir, aunque seguro no encontraría liberación sino hambre y debilidad.
Podría decir que este mundo está aplastado contra su espejismo, reír siniestramente y recordar a cada uno de los hombres que no me vio venir.
Podría ejercer mi razón sobre mi pasión y tal vez ahí sí se acabaría.
Podría no tatuarme más y dejar que mi cuerpo mute a su albedrío. 
Podría esperar y morir desesperada.
Podría contarles a todos ustedes cuántas fueron las veces que ví a hombres y mujeres no acordar con sus deseos, no elegir sobre su destino, y darles la noticia de que son estos los seres que sostienen la sociedad.
Podría contarle también a algunas mujeres cuántos de los que creen sus hombres me amaron a sus espaldas, mientras a sus frentes, mientras a sus frentes...
Podría no creer. No confiar. Podría no escribir.
Podría decir que todo cuanto decimos no es otra cosa que la búsqueda de excusas para aliviar la existencia.
Podría.
Pero por suerte decido yo.  

domingo, 5 de agosto de 2012

Redondo


De la primera forma que entra un hombre en la vida de una mujer es irresponsable. Y la mujer lo acepta porque necesita que suceda. Y el hombre le dice te amo porque no contempla la existencia del futuro. Y la mujer lo ama porque él la ama, y porque contempla la existencia del futuro. Y el hombre un día no puede amar más. Y la mujer se queda con la construcción, las ilusiones, las maravillas de lo posible aplastándole las tetas hasta la base de su espalda. 

lunes, 7 de mayo de 2012

Flow

Otra vez se acerca mi cumpleaños y otra vez tengo el lagrimal trabajando durísimo. Creo que quiere competir en fisicoculturismo. Atajen esta: lloré con las declaraciones de Rial que habló de amor y de estar vivo y de la voz de su papá. Qué se yo. Tengo sentimientos todavía y a veces recuerdo con nostalgia ese momento de mi vida en que barría las hojas del barrio con la rueda de mi bici para tocarle el timbre a Ludmila, la hermosa princesa salvadora, Ludmila, y le gritaba, apoyando un pie sobre la reja para no caer, sentada en el asiento roto de la bicicleta: “Vamos al río que tengo que contarle algunas desgracias”. Qué se yo. A veces todavía quisiera no saber qué significa flow ni cheque ni top of mind ni on goin’ ni asap. Ni asap. Es que cuando leo asap, corro. Corro como si en verdad hubiera algún lugar digno para llegar. Como si la dignidad acaso existiera. Corro como si un banderillero me esperara. Como si alguien esperara en verdad algo de mí, por nada. Corro como si tuviera que ser la primera en morir. Eso les conté? Ah, sí, fantaseo con ser la primera de mis amigas en morir. Me gustaría allanarles el camino y recibirlas tal vez con una torta de nuez como la que hace mi vieja para mis cumpleaños o tal vez con un vino y contarles lo bien que se la pasa, aunque se la pase como el orto. Para amortizarlas, si acaso llega a hacer falta. Ya aprendimos que, total, después y con justicia autónoma, cada uno construye su verdad, que es intransferible y te garcha cuando quiere. La violación está contemplada, señores. Entonces escuchaba a Rial que hablaba algo así como que se había dado cuenta que era un infeliz y yo me pregunté si era tal cosa. Recordé que no creo en la felicidad como concepto pero me animé a asumir que en verdad sí creo, que digo que no porque alguna vez lo leí o porque me lo dijeron y ahora que voy a cumplir 29 años, que pienso que es una bocha, pido un deseo y es creer. Al menos en Rial, qué se yo. Al menos en que hay que hacer cosas hermosas, para vivir una vida hermosa.

lunes, 30 de abril de 2012

Novios, 1


Cuando hablo de Fabián hablo en pasado. Digo Fabián era, Fabián fue, Fabián me hacía. Es que Fabián está muerto. Lo conocí antes de verlo, por Internet. Y nos enamoramos mucho mejor que muchas ficciones. Eramos capaces de mirarnos durante horas y hablarnos con la punta de nuestras narices. Pensábamos que nos unía una cuestión cósmica, trascendente, de amor absoluto y eternidad y el problema fue que hablamos tanto acerca de toda esa magia espiritualycosmogaláctica que no tengo la menor idea de cómo se llamaba su mamá. Con Fabián tuve más de un orgasmo en una misma cogida por primera vez y cumplí mi deseo poético de besarme bajo la lluvia, en una calle adoquinada de Buenos Aires. ¡Ja! Disculpen la risa que me da. Con él me drogué por primera vez, me amotiné en su departamento y una noche estuve a punto de matarlo. Por primera vez. Fue la noche que cocinó carne al horno con papas, batatas y cebolla en que se metió tan eficientemente por los agujeros de mi psiquis que en un truco de paso, brillante –quiero decir-, lo empujé contra la heladera, apreté su cuello y vi objetivamente lo fácil que hubiera sido terminar con el poder total que tenía esa mirada sobre mí. Tendría que haberme ido y esperar a que se pasara. Si nunca dejé de saberlo: siempre se pasa. Pero en cambio solté su cuello, pedí perdón y después me deprimí. El valía, al punto de leer Fragmentos del discurso amoroso dos veces consecutivas. Le rogué tanto, demonios. Corrí atrás de un colectivo y me equivoqué muchísimo con la elección de cada metáfora que use para decir mi verdad que era, como si aquello fuera simple, que amaba a esos dos chicos tan torpes que habíamos elegido para nuestra historia. Me sentía joven entre sus pulsiones derramadas en mi espalda y yo tengo un problema tremendo con la edad que un poco tiene que ver con el culo pero más que nada con la idea tristísima que se me viene al imaginarme con 50. Fabián y yo jamás existimos para los demás. Y, desde el momento que me enamoré de Víctor, Fabián ya no existe para mí. A veces me pregunto si el chico que lleva su figura en Belgrano R. no se llamará Ricardo. 

lunes, 19 de marzo de 2012

Cosas chiquitas

Todo lo que me emociona es chiquito. Patti y los labios de Robert en un pequeño departamento de Nueva York o el segundo de una mirada cayéndole a mis ojos. Todo lo que me conmueve es abstracto, como la luz de mi casa, el cuadro de mi familia o la espuma de alguna orilla. Una palabra fuera de tiempo resucita el recuerdo de la señorita altiva y gris que fui y con eso, con eso, simplemente, es suficiente. Y sin embargo… Sin embargo a veces camino buscando monstros, historias compaginadas, almendras nacidas de un cerezo secándose al sol y pido al día cada vez que me despierta que me regale un cuento de ciencia ficción. Risas de pobres inocentes, neones que mi cuerpo rechaza o lo que sea que dé una razón para creer que algo de lo que sucede en esta vida tiene algún sentido. Y duermo sobre sábanas cada vez más caras, sonrío más-me río menos y olvido, a veces, que todo lo que me emociona es chiquito. Que lloramos de nostalgia en recitales que nos tatuamos, que cerramos libros de un golpe de impotencia, que estuvimos presos, muriendo en los rincones más oscuros de nuestra fantasía. Y que sobrevivimos. Que miramos una montaña y juramos compañía para toda esta vida y que todavía sostenemos esa palabra. Que nos gustan el cine, el teatro y la canción. ¡La papada de mi viejo! Cosas pequeñas, ¿no? Cosas que no dan, que incluso a veces quitan, cosas de las que nos queremos alejar porque son tan pequeñas y nosotros, pensamos, estamos para algo mucho peor. Buscamos más historias de Bukowski, más noches, noches, más fuegos, gritos, más plata, más fama, más popularidad, más certezas y sin embargo… Sin embargo ¿pensé? Ponemos lo pequeño en el rincón: el sillón en la esquina del living, la pierna sobre su pierna para dormir abrazados, mirándonos de cerca y respirándolos el olor hasta volver a sentir que todo lo que nos emociona es chiquito. Y asumirlo no es el problema. El problema es olvidar que podemos vivir, todavía y a pesar de todo, entre belleza y poesía.

miércoles, 22 de febrero de 2012

El tiempo

Me debo tiempo. Calidad en el tiempo. Pensar y decidir al tiempo. Me debo algunas partículas elementales –dirían- para conformar la primera base de quien quiero ser. Y, esa, es una deuda seria, señores. Una deuda por la que no deberían dejarnos salir del país. Me debo un par de alpargatas, esto es cierto y no es menor; me debo algo de memoria, también. Me debo una cuota de juventud que todavía no pagué, me debo mi sala vacía, silencio, una escuela real de homónimas miserias. Me debo mirar un poco más al reloj para verlo espeluznante. ¡Necesitamos que nos parezca espeluznante, demonios! Lo es. Me debo melancolía, pasión y una palabra fundamental. Me debo la vida que traje hasta acá. Y, lo que es peor, se la debo, ya, a alguien más. Mientras tanto, mientras no escribo en este blog ni en ningún otro lado, recurro a mis viejos subrayados y se los comparto, si es que todavía están por ahí. Confío –¡Dios mío de dónde he sacado yo las esperanzas!- en que sí.



“…la consciencia del paso del tiempo, que, ante la monotonía ininterrumpida, corre el riesgo de perderse y que está tan estrechamente emparentada y ligada a la consciencia de la vida que, cuando la una se debilita, es inevitable que la otra sufra también un considerable debilitamiento. Se han difundido muchas teorías erróneas sobre la naturaleza del hastío. En general, se piensa que, cuando algo es nuevo e interesante, hace pasar el tiempo, es decir, lo abrevia, mientras que la monotonía y el vacío entorpecen su marcha y hacen que se estanque. No obstante, esto no es del todo exacto. Cierto es que la monotonía y el vacío pueden dar la sensación de estirar el momento, las horas, de manera que se hagan largas y aburridas; pero no es menos cierto que, en el caso de grandes o grandísimas extensiones de tiempo, lo que hacen es abreviarlas, neutralizarlas hasta reducirlas a algo nimio. A la inversa, un acontecimiento novedoso e interesante es sin duda capaz de hacer más corta y fugaz una hora e incluso un día, pero, considerando el conjunto, confiere al paso del tiempo una mayor amplitud, peso y solidez, de manera que los años ricos en acontecimientos trascurren con mayor lentitud que los años pobres, vacíos y carentes de peso, que el viento barre y que pasan volando. Lo que llamamos hastío, pues, es consecuencia de la enfermiza sensación de brevedad del tiempo provocada por la monotonía. Los grandes períodos de tiempo, cuando trascurren con una monotonía ininterrumpida, llegan a encogerse en una medida que espanta mortalmente al espíritu. Cuando un día es igual que los demás, es como si todos ellos no fueran más que un único día; y una monotonía total convertiría hasta la vida más larga en un soplo que, sin querer, se llevaría el viento. La costumbre hace que la conciencia del tiempo se adormezca o, mejor dicho, quede anulada, y si los años de la niñez son vividos lentamente y luego el resto de la vida se desarrolla cada vez más deprisa y se acelera, también se debe a la costumbre. Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos, para refrescar nuestra percepción del tiempo, en definitiva, para rejuvenecer, fortalecer y ralentizar nuestra experiencia del tiempo y, con ello, renovar nuestra conciencia de la vida en general”. Fragmento de la montaña mágica, Thomas Mann.