sábado, 29 de mayo de 2010

Lo lamento Gary

Soñé que Gary Coleman me pedía ayuda porque un perro le había estado apoyando el pito en el culo durante todo el día. Yo le decía: "Pero, hombre, si estás muerto, muerto", y veía que detrás de él aparecía un perro con manos humanas sosteniendo su pija colgante, flácida, blanquita, haciendo ese gesto siniestro que le encanta a los hombres-perros, ese: el de simular la hélice de un helicóptero que, claro, jamás levantaría ni una hormiga. En el sueño yo corría hasta mi cama para leer uno de los tantísimos libros de Ercole Lissardi: para masturbarme, concretamente, mientras pensaba en que iba a escribir un post que dijera que los libros eróticos sólo sirven para que las mujeres se masturben -los hombres no entran en el palo salvo,imagino, el que escribe erótica, que se debe matar a pajas para destrabar la inventiva-, lo cual tiene muchísimo sentido: es la masturbación perfecta para que la mente de las chicas se pierda entre las líneas de una historia sencilla y entonces se olvide de sus constantes y zas, acabe con la solapa entre las tetas.

Todo eso soñé y acá estoy, con la web de Clarín reloaded que me hizo recordar a Gary más o menos a mitad de página, recién levantada, con el termómetro marcando 38 incrustado en la axila y pip pip pip, las sábanas hasta el cuello y un té de frutos del bosque humeando olor a naturaleza concentrada sobre la mesa de luz, sin poder dejar de preguntarme qué diablos puedo hacer yo por el espectro de Gary Coleman.

viernes, 28 de mayo de 2010

Fumala

- Interpretate y existí.

- Sos una asesina intelectual.

jueves, 20 de mayo de 2010

Cumpliendo condena

- Creo que si sentiste ese amor que te desgarra, que desdibuja, que no puede ser vivido de otra forma que con intensidad; si te enamoraste con tu vida entera, con los dientes, los ojos, las broncas, toda tu ilusión, todo tu ánimo; si amaste y te animaste a dejar la piel ahí, entonces tendrás que cumplir la condena que puede ser o la soledad hasta el fin, o la búsqueda eterna hasta debajo de los muebles, adentro de los zapatos, o la conformidad a consciencia. A menos que seas un absoluto afortunado y te suceda otra vez. Todo lo demás, es cotillón.

- Ay, es que el amor es tan incómodo, Marina. Si no, mirá a esos que vienen ahí corriendo de la mano. Es lo más incomodo del mundo.

- Gran metáfora.

martes, 11 de mayo de 2010

Pero por favor, no mueras en mis brazos

Lo busqué y lo esperé. Y volvió. Como el viajero que llega hasta la casa de su madre, mordiendo barba, aplastando rastas de jean, irreconocible ante el recuerdo. Valiente, convencido de que lo abrazarán, de que alguien lo querrá; con la ilusión de ser, finalmente, visto después de su hazaña. Aplaudido al caminar, volvió combativo, erguido, de ese modo que había creado su fantasía tantas veces en la humedad de aquella habitación de hojas rotas y filtros de aire agudo. Volvió para quedarse y matar, con el ímpetu del orgullo que, aunque los años se empecinaron en troquelar, él guardó, como a nada, nada más. Y entendí, ¿qué queda más allá de la propia imagen, cuando el espejo envejece y da, solo -y solamente-, una papada estallada de pintas rojas de almidón? Así, volvió, y en su volver, volvió a sonreír un destello imperdonable, disfrazado de milagro. Se mintió, y lo hizo a conciencia: bien sabía él que los milagros son un riesgo; bien sabía ya que los que pierden son perdedores. Y esa, siempre, será su condición.