Otra vez se acerca mi cumpleaños y otra vez tengo el lagrimal trabajando
durísimo. Creo que quiere competir en fisicoculturismo. Atajen esta: lloré con
las declaraciones de Rial que habló de amor y de estar vivo y de la voz de su
papá. Qué se yo. Tengo sentimientos todavía y a veces recuerdo con nostalgia
ese momento de mi vida en que barría las hojas del barrio con la rueda de mi
bici para tocarle el timbre a Ludmila, la hermosa princesa salvadora, Ludmila,
y le gritaba, apoyando un pie sobre la reja para no caer, sentada en el asiento
roto de la bicicleta: “Vamos al río que tengo que contarle algunas desgracias”.
Qué se yo. A veces todavía quisiera no saber qué significa flow ni cheque ni
top of mind ni on goin’ ni asap. Ni asap. Es que cuando leo asap, corro. Corro
como si en verdad hubiera algún lugar digno para llegar. Como si la dignidad
acaso existiera. Corro como si un banderillero me esperara. Como si alguien
esperara en verdad algo de mí, por nada. Corro como si tuviera que ser la
primera en morir. Eso les conté? Ah, sí, fantaseo con ser la primera de mis
amigas en morir. Me gustaría allanarles el camino y recibirlas tal vez con una
torta de nuez como la que hace mi vieja para mis cumpleaños o tal vez con un
vino y contarles lo bien que se la pasa, aunque se la pase como el orto. Para
amortizarlas, si acaso llega a hacer falta. Ya aprendimos que, total, después y
con justicia autónoma, cada uno construye su verdad, que es intransferible y te
garcha cuando quiere. La violación está contemplada, señores. Entonces
escuchaba a Rial que hablaba algo así como que se había dado cuenta que era un
infeliz y yo me pregunté si era tal cosa. Recordé que no creo en la felicidad
como concepto pero me animé a asumir que en verdad sí creo, que digo que no
porque alguna vez lo leí o porque me lo dijeron y ahora que voy a cumplir 29
años, que pienso que es una bocha, pido un deseo y es creer. Al menos
en Rial, qué se yo. Al menos en que hay que hacer cosas hermosas, para vivir una vida
hermosa.