miércoles, 19 de agosto de 2009

Noche blanca

Estefanía es para mí como un glaciar en medio del desierto, o como un sol de 80 mil watts en la nieve. Depende. Somos amigas desde hace 15 años y a esta altura hay cosas que ya no van a cambiar. Y es mejor, porque si acaso algo se modifica es porque alguna perdió la papota y, justamente, para eso estamos, para que ninguna pierda nada salvo la virginidad que ya es historia antigua. Con ella en este mundo, todo anda, el sol calienta, el ventilador gira y acá seguimos, codo a codo -como le gusta decir- enfundadas en nuestra historia, sobre la que quiero contar un capítulo.

Durante muchos años pasamos una gran parte de nuestro tiempo juntas. Cuando terminamos el colegio y el camino hacia la vida joven empezó a asomar, yo empecé a relacionarme con gente nueva, nuevísima, bien distinta a la que venía acostumbrada. Eso me fascinó y como Estefanía era para mí la persona más importante del mundo, lo quise compartir. Entonces la hice parte de todo: de mis nuevos compañeros, de mi nuevo sistema de vida y sobre todo de las fiestas. Fiestas que disfrutaba pero a las que le costaba acceder porque le impresionaban las drogas y verme a mí algo pasada de alcohol.

Todos los sábados pasábamos un rato discutiendo, o mejor dicho, yo pasaba algunas horas tratando de convencerla de que viniera conmigo. Es que adoraba que viniera. Aunque los lugares a los que íbamos estaban repletos de gente conocida, de chicos que me interesaban, de todo un poco, ella era mi complemento, mi supuesto, mis ojos en la nuca y baila tan mal que con un par de tragos surfeando en sus venas puede convertirse en un gran show. Pero sobre todo, quería que ella fuera a las fiestas por esas cosas de las que una se convence a los veinticortos: creía que la vida que le proponía la iba a convertir en alguien mucho más desparramado. Y eso, para mí -digo, ser desparramado- era sinónimo de felicidad.

La cuestión fue que aquella noche me costó convencerla un poco más de lo habitual. No quiero, tengo sueño, hambre, ganas de ir al baño todo el tiempo. Y yo ahí, maquillando mis ojos en su cuarto, peinando mi pelo, insistiendo con que la fiesta era en verdad imperdible. ¿Qué vas a hacer, te vas a quedar acá mirando una película mientras se pasa la vida y otros se aprovechan de lo mejor que tiene para ofrecer?, le insistía y ella: nada. En pijama, bostezando, renegando de mí.

Entonces tuve que recurrir a la estrategia básica de la niñez que después refracta en la vida adulta: el soborno. Le dije que si me acompañaba, después yo la acompañaba hasta Boedo, a una feria en la que exponían unos diseños que quería ir a ver desde hacía unos días. Y bueno, finalmente se calzó los jeans y salimos rumbo a la parada del 152. Al cabo de una hora estábamos bajando del colectivo, en Paseo Colón.

Subimos por Independencia y desde atrás de un árbol a mitad de cuadra se asomó una cara. Eso recuerdo: una cara. La cara nos chistó y yo frené. Estefanía me dijo Marina, vamos, no pares. Y yo me paré. Le pregunté qué necesitás y me contestó que necesitaba un abrazo. ¿Un abrazo? Sí, necesito un abrazo porque me estoy muriendo de hambre. Pero los abrazos no se comen, le respondí yo y él arremetió con un ¿vos sos un humano? –y Estefanía, dale Marina, tengo miedo, vamos- . Sí, soy un humano, ¿y vos? Yo no. ¿Y qué sos? Necesito un abrazo. ¿Sos un ángel acaso?, insistí. Algo así pero no exactamente, no existen los ángeles que los humanos imaginan. Y entonces cómo son. Supongamos que son como yo, ahora, que necesito tu abrazo. ¿Y sabés volar? Sé caminar por el cielo, si es lo que preguntás. Por qué estás acá si te morís de hambre. Me trajeron. ¿Quién te trajo? Vos. ¿Yo? Sí –me dijo- ¿me abrazás? Le dije creo que sí y me adelanté unos pasos hasta que escuché a Estefanía ay, qué hijo de puta, no, no. Giré y la vi mirando hacia la esquina y ahí, en la esquina, un hombre empujaba a una mujer que se quejaba y lo pateaba y se sacudía. Vimos cómo el hombre aplastaba a la chica contra la pared, cómo la apoyaba, presionando su culo, frotándose de arriba abajo, cómo intentaba poner su cara contra el cuello de ella, y vimos el momento justo en que le metía la mano por debajo de la pollera, sin parar de balancearse. Estefanía no dejaba de sollozar y yo sumé mis gritos, hijo de puta, soltala, hijo de puta. Y el hijo de puta nos miró y salió corriendo. Detrás de él, nosotras nos apuramos para llegar hasta la chica, que quedó tirada, llorando sin paz. La ayudamos a acomodar su ropa y a que se levantara del piso. Era hermosa. Rubia, de labios gruesos y pechos firmes secretamente escotados. ¿Estás bien? Sí, gracias. ¿Cómo te llamás?, le pregunté. Marina, me contestó. Igual que yo, le dije, y mientras decía, entendí. Cuando miré hacia el árbol de mitad de cuadra, la cara ya no estaba ahí.

30 comentarios:

¡Jotapé! dijo...

Paahhh...muy bueno, Marina!

Pensé que era un angel drogón y resultó ser el guardián. Aunque también podría ser drogón y guardián.

Me encantó.

Wonder dijo...

Te extrañaba.

Qué buen texto.
Yo también tengo un ángel guardián.
Y te juro que aparece y me consuela.
Me crees?

Estrella dijo...

Estaba para seguir leyendo...

Como me dijiste una vez vos: le estoy dando vueltas a un texto que le escribí a mi mejor amiga, la de siempre, la de la infancia, y me preguntaba si a alguien le interesaría leerlo. Ahora que leí con tantas ganas esta historia, pienso que sí, que por qué no.

El viento a contramano dijo...

Que lindo!! Aunque deje de creer en los ángeles hace tiempo, siempre encuentro esos actos fortuitos que nos salvan de situaciones extrañas como algo mágico... quizá sea hora de que vuelva a creer en los ángeles, ja!!
Sigo chusmeando tu blog. Que estés bien!!

Verònica dijo...

Bonito y estremecedor, una pequeña ficciòn de esas que me dejan cuasi nula, preguntàndome ¿por què? o ¿por què no? Yo tengo un àngel, supongo que algun dia voy a hablar de èl, se llama asi, Àngel... y hasta mis once años pude conocerlo acà, donde estamos nosotras, siempre lo tengo presente, en estos minutos un poquito màs, me gusta sentirlo màs cerca,

Abrazo, segui plasmandote!!!!!

Vero.

Virginia Prieto dijo...

me pareció excelente!
es buenísimo este relato
te cuento algo: los ángeles están siempre con nosotros, sólo que no todos podemos verlos

beso

Maga h dijo...

Sin duda alguien de otro planeta, y no era la cara, andaba por allí, la cuestión siempre es saber ver, la escena pudo haber sido pasada por alto.

muy bueno

MAGAH

Anónimo dijo...

Sos estremecedora.

Victoria F. dijo...

Me gustan los relatos que no me permiten abandonarlos sin llegar hasta el final.

Como este :)

saludos!

la mariposa no sabe volar dijo...

Que lindo es volver a leerte, ya te extrañaba.
Me encantó este relato, siempre es muy bueno creer en nuestros ángeles y saber que están ahí... detrás de un árbol.
Voy a esperar ansiosa el próximo post :)
besote grande!!

la mariposa no sabe volar dijo...
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eva pardellas dijo...

enganchas con tus relatos cielo...
creo que tod@s estuvimos allí...creimos ver algo...y se esfumó...pero aún sigue a nuestro alrededor...un beso enorme cielo!!!..impaciente hasta un nuevo post!!!

Marina Agra dijo...

Hola, ¡Jopaté! Pahh, me encantó tu expresión. Gracias, nene. Besos per ti!

Wonder, amiga. Yo también te extrañaba. Y sí te creo, absolutamente. Creo en todo, sabrás. Un beso enorme!

Estrella, sin dudas creo que somos muchos los que gustaríamos de leerte, los que te extrañamos...

Hola, viento a contramano. Bienvenido por acá y gracias por tu comentario. Nos leemos, pues!

Qué bueno, Vero. Parece entonces que son varios los angelados. ¿Leíste arriba? Un beso enorme, nena.

Vir, confío en eso. Un beso enorme!

Magah, vivir en ficción, que le llamo. Un beso grande!

Anónimo, ;)

Bustrofedonia, se agradece el comentario. :)

Hola, mariposa... ayer dejé un comentario en tu blog pero no sé bien qué pasó que no se publicó. Te decía algo así como que está bien pensar en las decisiones, para no ser atolondrada (y te lo digo por experiencia) pero no creo que haya que pensar que ninguna decisión nos determinará para siempre. Todo se puede seguir moviento... un beso grande para vos!

Eva, gracias por lo que me decís. Nos seguimos, nos leemos!

Besos pertut!

Anónimo dijo...

El lugar exacto en el momento justo, y esa urgencia por llegar. Si, eso es un ángel.

beso

Nadie Nunca Nada.- dijo...

Era Ángel Cappa?
"Rubia, de labios gruesos y pechos firmes secretamente escotados". Es autodescripción? diga la verdad, mujerque(yano)dicelaverdad.
Saludos.-

Marina Agra dijo...

hola, nadasepierde! existirá en verdad eso del momento justo y el lugar indicado?

NNN, no fantasee... que rubia podría decirle que aparento gracias a los químicos, pero lo de los pechos y los labios se lo voy a deber por ahora!

Anónimo dijo...

No te hagas la distraida que sos una rubia infernal.

¿Por qué no contás de tu culo?

Firma: el Fantasma de la Opera

Marina Agra dijo...

Bueno, bueno, bueno, eh.

Juli dijo...

Muy bueno, Marina. Como siempre, me encantó leerte. Me transportás a tus relatos. Generás el clima justo para cada tipo de historia.
Tenés el don de saber decir.
Beso grande.

PD: Y claro que creo en los ángeles guardianes!! El mío cada tanto toma vacaciones demasiado largas, pero el de mi hija laburó siempre como un animal ;)

mi otro yo dijo...

Hola
Extraño a MQDLV.


Saludos

Marina Agra dijo...

Juli, qué bueno que tengas el tuyo y encima puedas tomar al de tu hija... Tiene todo el sentido. Beso enorme..

Mi otro yo, estoy acá!

Elio Puntieri dijo...

... y me colgué pensando si el sujeto que se escondía detrás del árbol, no sería en realidad la parte sensible que el violador había perdido en el camino.

Muy buen relato.

Sergio dijo...

Que bonitito...!!! hay angeles SI ...cariño SERGIO

Daniel Shields dijo...

Excelente, qué raro que Estefanía haya presenciado eso! Nunca te reprochaste que por haber dudado tanto no llegaste a abrazarlo

Luis (Flamel) dijo...

Muy bueno!!! Que extraño,mientras
leia este relato,quede como enganchado en una sensacion distinta del tiempo.

Estoy siguiendote en las proximas lecturas y ya estoy leyendo las anteriores.

Saludos desde Montevideo. Luis.

PD:si queres visita mi blog www.usaelreflejo.blogspot.com

chica pastiche dijo...

uy ta, yo entendí cualquier cosa entonces...

la llevé para otro lado, sin ángeles pero sí con futuros paralelos.

está bueno eso, q los cuentos sean como manchas de tinta, que cada uno vea o entienda lo que quiere. de ahí se definirá quiénes somos...

Marina Agra dijo...

hola, waitman. lo mejor de la vida es que como no sabemos nada de ella, podemos creer lo que queramos. gracias por pasarte... un beso grande!

bienvenido, sergio. ahí voy para allá! besos!

hola, daniel. estoy un poco convencida de que cuando más nos acercamos a nuestra magia, más chances tenemos de perderla. así que creo que la respuesta tu pregunta es no. bienvenido por acá! nos leemos

hola, luis. bienvenido... voy para seguirte yo a vos también!

claro, chica. eso es lo mejor!

e. r. dijo...

Hola,
está lleno de dulzura tu relato.
Un gusto pasar por acá.
Saludos

mujeresdesincuentay dijo...

Hola !! Buenìsimo relato , en realidad me trajo hasta aquì ver que compartimos foto parecida de Nuestro Perfil ( los Girasoles).
Saludos Cordiales
Cris

Marina Agra dijo...

hola, e.r. bienvenido por acá. fue un placer recibirte porque fue un placer ir hasta allá. nos leemos!

mujeresdecincuentay, muchas gracias. ahora, vos decís que el amr de parece a los gorasoles? la que tiene girasoles es chica pastiche! de todos modos y como sea, un placer que hayas llegado!