lunes, 28 de diciembre de 2009

Tolstói o Chéjov o Márai

Salí de la estación de trenes de Barrancas con toda mi intención volcada hacia la literatura. Cerdas de paz habían arrastrado mis pensamientos recurrentes y ese día, después de decenas de otros colmados de obsesiones exhibicionistas, podía concentrarme en cualquier otra cosa que no fuera yo. Y cuando esas horas de calma sobrevenían, sabía, había que aprovechar lo que duraran.

Era tarde y hacía mucho frío, de ese frío que genera dolor. Leía algún cuento de Tolstói, o de Bolaño, aunque también creo que pudo haberse tratado de algún relato corto de Chéjov. Como sea, tengo el registro perpetuo –aunque las almas libres tiendan a tomar distancia del hasta la muerte, yo, que también me considero un espíritu aventurado, encuentro placer en conocer la cicatriz imborrable de ciertas voces, de ciertos pensamientos, de ciertos amores, ¡qué libertad sería posible sin cadenas!-: de entre las páginas de ese libro salió una reflexión como lengua de bronce endurecido, capaz de torcer los rieles abrazados a las ondas de una montaña. Del mismo modo, aquella idea viró el curso de mi destino. O no.

Decía algo así como que todas las personas pasamos por algún episodio que presenta al menos dos posibilidades, del que depende el resto de nuestra vida. Tólstoi o Bolaño o Chejov –aunque tal vez pudo haber sido un pasaje de alguna novela Márai- contaba la historia de una mujer que fue al mercado y que en el camino de vuelta a su casa, cargada con bolsas llenas de botellas y cartones de leche, se cruzó con una anciana que le pidió asilo. La mujer, absorta en su rutina y ausente de la más mínima compasión, ignoró a la anciana y el ímpetu de hacer siempre lo mismo la llevó sin pensamiento alguno hasta su casa. Cuando abrió la puerta, se encontró a un hombre esperándola, acodado a la mesa de su cocina. El hombre estaba ahí para cobrarle un préstamo que la mujer ya había pagado, sin pedir recibo a cambio. El hombre amenazó con sacarle la casa y quitarle del banco los pocos ahorros que la mujer tenía. Cuando el prestamista cruzó el umbral, la mujer, abatida, desanduvo las cuadras que la llevaban hasta el mercado y, antes de llegar, se encontró con la anciana que todavía estaba ahí. La mujer le pidió disculpas por la forma en que la había ignorado antes e invitó a la anciana a quedarse en su casa, advirtiéndole sobre la posibilidad de que en pocos días más ambas quedaran en la calle. La anciana aceptó y murió esa misma noche. A la mañana siguiente, la mujer encontró entre su ropa una inmensa fortuna.

La historia de Tólstoi o Bolaño o Chéjov o Márai (aunque pudo perfectamente haber sido también un pasaje de En busca del tiempo perdido, de Proust) seguía con una moraleja que en mí no perpetuó como lo hizo la idea de retroceder en el camino. Bajé del colectivo 64 al que me había subido para ir hasta Palermo, y volví hasta la estación. El tren estaba demorado y me senté a esperar. Abrí azarosamente el libro -que también pudo haberse tratado de los diarios de Cheever-, y caí en una línea que me asaltó un suspiro. Decía algo así como que tenemos la cerradura de la realidad pasada, la psicológica, y otra karmática, de la que sólo unos pocos se animan a conseguir la combinación.

Me apoyé contra la ventana de la puerta del tren y me dispuse a contemplar a la gente que iba quedando atrás a medida que avanzaba. Sentí una mano sobre mi hombro y sin girar para ver quién era -porque ya sabía quién era- susurré que estaba echando tinta sobre mi destino, más por escucharme decirlo que para que él lo supiera. Simplemente dijo hola. Vi su cara huesuda, sus ojos nacarados, y lo vi sostener en su mano un cigarrillo con filtro que no se consumía. Era mi abuelo Angel. La suerte está conmigo, pensé. Y como si tuviera la potestad de entrar en mí, dijo que la suerte era la única pieza de arte de ésta vida. Claro, le contesté, como las estrellas que se asoman a éste infierno. Algo así, replicó.Le conté que estaba leyendo a uno de mis autores preferidos (pensándolo bien también pudo haber sido una reflexión de Flaubert), que me había ayudado a entender todo lo que necesitaba. El abuelo me miró sin gesto y al cabo de unos segundos que me hicieron dudar de mí, me preguntó cómo era posible que ya lo supiera. Le contesté que no sabía por qué, pero que quería pedírselo y antes de que me respondiera, me incliné sobre mis rodillas y le supliqué: Abuelo, lleváme lejos de éste cuerpo, lejos de éste infierno. Lo descubrí, abuelo. Descubrí que no somos la raza superior por el hecho de razonar. Es justamente al revés, justamente ese es nuestro castigo, la recurrencia del lamento, el imponderable. Veo a los hombres con tridentes en sus corbatas, a las mujeres las veo prenderse fuego cruzando ríos, las veo caer, las veo explotar entre las luces de neón; veo la sonrisa de los carteles luminosos, las alas de los que revuelven la basura, el aura de los perros y los gatos y de todos los animales. Los escucho hablar, abuelo. ¿Sabés lo que es eso?, escucho hablar a los perros y a los hombres los escucho aullar. El llanto ahogó mi voz y entre mis sollozos, sus notas sonaron como una ópera antigua o inexistente: Yo ya te traje hasta acá, ahora te toca llevarme a vos. Me reí con fuerza, desde el ano, y le pregunté a dónde podía llevar a un muerto. Todos lo notarían, abuelo, me tratarían de loca. Pero el abuelo no le dio importancia a mis contemplaciones. Me detuve en sus manos que estaban igual de amarillas que como las recordaba; sus uñas eran duras, parecían de mármol. Con ellas acarició mi cara y, sin sonido, movió sus labios para contarme lo inevitable: Chiquita, te estaba esperando. La esperanza se transformó en tersura, sus brazos se encogieron y su cara empezó a perder la rigidez que le había aplastado la Guerra Civil Española. De a poco, sus surcos se tensaron y sus párpados se abrieron, achicando la distancia que los separaba. Mi abuelo ya no era un abuelo: era un bebé. Voló con la cola doblada hacia el cielo y recién cuando estuvimos completamente enmarcados en el gris frío de aquel invierno, vi a mi cuerpo viejo y culpable, tendido sobre las vías del tren.

27 comentarios:

Malena dijo...

hacía mucho que no disfrutaba tanto de leer un escrito tuyo, genial...

Muma dijo...

Desandar caminos, poder retroceder en busca del tiempo perdido o de algo que se nos paso, conseguir la combinación que lo permita, es una idea tentadora (quizá demasiado). Comulgo con la idea de que la racionalidad es un castigo, de que el cuerpo puede ser una cárcel y la literatura el lugar indicado para refugiarnos de nosotros mismos.
Me fascinó este texto!!
Besos

El viento a contramano dijo...

ay Maru, ¡ay! con todo los que un "ay" significa... me doliste, me tocaste con la punta afilada de una daga la pared más azul de mi alma, me calaste hasta el hueso... decime ahora como arreglo esto, como te saco de entre mis carnes?? - cómo?? no te escucho, podes hablar más alto?? ah, ahora sí, tenés razón, siempre, o casi siempre, tenés razón...
Hermoso, nena... genial, una obra de arte, que Chejov, que Tolstoi (con lo que me ha gustado leer a ambos), sos brillante, y gracias por dejarlo sentado acá, para que cualquiera pueda admirarlo :)

Besos, che.

P/d: debió ser algun autor Ruso (quizá Chejov, Tolstoi o algun otro Ruso), porque me suena familiar, y muy Sovietica la anecdota.

Diego Sagardía dijo...

Una gran búsqueda literaria-espiritual-personal, Marina. Muy bueno.
Salud!

Darío dijo...

Te lo digo: una belleza total. Mientras leía sentía algo de emoción y a la vez, algo contenido. Algún texto de H. Hesse sobre las búsquedas interminables.
Al final, también me acordé de Carpentier y ese hermosísimo retorno a la semilla, que es un poco el corolario de las búsquedas. Un abrazo.

¡Jotapé! dijo...

Derrochás.

Estrella dijo...

Sólo puedo decir que no se sale sin marcas después de leer a ciertos autores.
Una buena manera de que la glotis no se nos cierre es convertir la desazón en palabras. Y lo bien que lo hiciste, marina.
Una maravilla.

marichuy dijo...

Marina

Tus dos más recientes escritos (este y el de tu Padre), me han tocado demasiado cerca, sabes? Para mí, los trenes son la memoria; no en balde uno de mis filmes preferidos de toda la vida, se desarrolla en un tren signado por los recuerdos que no quieren perderse: "2046" de Won Kar Wai.

Tu relato, bellísimo, me trajo a mi abuela. Al recuerdo de ella que siempre llevo conmigo; recuerdo que ha sido moldeado y mejorado por mi memoria. Quizá por ello, creo que más que Tolstoi o Bolaño o Sándor Márai, en este sueño fuiste guiada por Flaubert; será que no olvido que fue él quien dijo -mejor que nadie, quizá- que los recuerdos nos ayudan a vivir (a sobrevivir), no sólo porque sin ellos no somos nada; sino, sobre todo, porque al traerlos de vuelta, los mejoramos dejando en el olvido aquello que pudiera lastimarnos.

Maravilloso regreso de tu abuelo, y punzante, tu proyección futura.

Un beso

cd dijo...

tremendo nena!!...me recontra atrapò.
Beso! que termines muy bien el 2009.

Marina Agra dijo...

Hola, Male, hace mucho que no nos cruzábamos. Gracias por lo que me decís. Un beso grande.

Muma, la racionalidad un castigo, el cuerpo una cárcel y la literatura el refugio. Sí, es eso mismo lo que creo. Gracias. Un beso para vos.

Lea querido. Me hacés sonrojar con tus comentarios, nene. GRACIAS por tanta expresividad hacia mí. Me das como un poco de esperanza, te diré, no sé, nervios en la panza. P/d (creo que todo se puede inventar, ruso, checo, alemán, da igual). Un beso grande y a ver cuándo te actualizás el blog!

Pelado, muchas gracias. Salud.

Hola, Pulgarcito soñador, no sabés cuánto me alegra si algo de lo que escribo te lleva hasta algún lado. Abrazo para ti.

¡Jotapé! Derroche usted, que nos tienen abandonados.

Estrella, creo igual: las palabras curan. Un beso, nena y gracias por lo que me decís.

marichuy, por empezar, me apunto esa película para ver. Y después te cuento. Sobre la memoria, ¿qué más se puede agregar a Flaubert? Hay algo de perfección, creo yo, en toda esta historia de recordar. Gracias por pasarte. Un beso grande!

cd, nena, muchas gracias. Lo mismo para vos y más: qué aparezca un 2010 prometedor y cumplidor. Besos!

para mí bie frapé dijo...

Si no llegás a sentar el culo en la silla para escribir un libro, ahí sí vas a ir al infierno, por desperdiciar el don, BITCH.(Igual nos veríamos ahí)

te firma una amiga.

Le0 dijo...

cuando uno se pone a pensar cae en el pecado de dudar sobre la existencia del tiempo, este que acabo de leer me convenció que el tiempo no existe, porque acabo de darme cuenta que si hubiese tenido conmigo un reloj, sus manesillas hubiesen colapsado porque esto no responde al tiempo, sino a un sueño que no entiende de medidas. Leo.

Virginia Prieto dijo...

sinceramente de lo mejor que he leído en este blog
felicitaciones marina!

El viento a contramano dijo...

esperanza = nervios en la panza - nunca lo había pensado así, ja!!!!
y coincido con "para mi bie frapé", para cuando sentas culo en silla y tenemos libro nuevo para sumar a la colección de favoritos :).
Abrí otro blog (Pasatiempos-poesía) y publiqué dos o tres poesías... ya pronto actualizaré el blog original, cuando se me ocurra algo :/
Besos!!

Anónimo dijo...

mm buen texto, volveré a por más..

Anónimo dijo...

Que buen cuento...impresionante!!! me gustó muchisimo, y esa manera de hilvanar las cosas, inreible!
Me gustó mucho.
Espero que encuentres todo lo que esperas y deseas!
un beso

Mafalda dijo...

...

¡Va chicuela!

Todos han puesto un grano a tu historia, Chejov, Tolstoi, etc.
Nos llevamos mucho en letras pero allá, no sé que nos espera. No sé si es un tranvía o un barco; de todas formas me gustó imaginármelo como vos.

Un abrazete intenso y prolongado para ti.

¡FELIZ 2010!

Mafalda

Verònica dijo...

Mari, hola, tanto tiempo nena... No se cuàn extenso va a ser este comentario porque me dejaste perpleja al terminar de leer. Antes que nada decirte que como te habràs dado cuenta ando bastante ausente de estas redes sin una razòn especìfica màs allà de doce horas de laburo diarias hasta ayer... Entrè y me fijè quienes habian actualizado y entre muchos de la lista estabas vos, asique elegi venir para acà. Y me siento feliz de haberlo hecho. Te cuento por què: (quiero ser breve) mi abuelo peleò en la guerra civil española, tenìa las manos como las de Àngel y amaba leer, uno de sus escritores preferidos era Márai y esto viene a cuento porque en estos dias aunque los balances no me gustan me pongo extremadamente sensible y desde hace una semana no paro de recordarlo y de pensar en las ganas que tengo de darle un abrazo. Ya no està acà. No soy creyente pero me estremeciò este texto, me llegaron tus palabras, muchiiiisimo. Hoy hablaba con mi viejo de mi abuelo y ahora vengo y me parece encontrarlo, repito, no soy creyente pero no se si por un poco de ilusiòn o de esperanza me gusta sentir que esto es una señal. Ja, me rio, puedo parecer loca, y què??? lo soy, y hoy esta bien asi.
GRACIAS, resumo todo con esta palabra, me gusta reflexionar con vos, me atrapan tus historias, y si, hay que ser mas concientes con lo que se hace y como se hace, por una cuestiòn "moral" y por las vueltas que; a la vista està, puede dar la vida.


ABRAZO GRANDOTE,

Vero.

Marina Agra dijo...

Amiga borracha de buen gusto, a elección: ¿buen culo o aplastado? te quiero ver elegir, eh! besos!

leo, ¿qué decir a semejante metáfora? mejor voy para tu blog y te cuento allá! besos!

ey, vir, muchas gracias y te deseo un feliz año!

lea, ¿cómo puede ser que no lo haya visto? ya me voy a leerte en verso, pues!

jordim, gracias y cuando quieras!

nadasepierde! gracias por el muchísimo!!! yo te deseo lo mismo a vos! que los deseos se hagan realidad (siempre y cuando aparezcan nuevos, para seguir por ahí). beso grande!

Mafalda querida. Mucho de lo que somos los que gustamos un poco de la literatura, supongo, está hecho por ellos, estos grandes escritores. FELIZ 2010 para vos también!

Vero, nena. ¿12 horas? ¡qué te larguen esos explotadores! Yo no creo mucho en la casualidad y sí creo en este tipo de cosas. Porque mi abuelo Angel peleó verdaderamente en la Guerra Civil Española y murió cuando yo era muy chica. Y si algo recuerdo de él, o lo poco que recuerdo de él, son las marcas de su piel y sobre todo sus manos. Así que supongo que este es un punto en común -una vez más- entre vos y yo que de algún modo sale cuando tiene que salir. Te deseo todo lo mejor de lo mejor de lo mejor en éstas vueltas de la vida. Ojalá un día nos veamos las caras, Vero! Hasta te diría que te quiero, mirá! Un beso enorme, loca! espero que estés bien!

LUMPENPOETA dijo...

Marina, el año se acaba, si te dijera cómo me fue... mejor te digo que encontrarte ha sido de esas razones maravillosas para desear un ciclo bueno de esos que se deleitan como un pan recién salido del horno, como un rayo de luz que alimente el alma, mejor aún, para pensar que la amistad existe y lleva tu nombre, este náufrago te desea felicidad, felicidad.

Sanchestelman dijo...

buenisimo, Marina. !Me encantó!

besos

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=EA0ZTOWEWtE&feature=related

A las putas os da lo mismo a quien os follais

Marina Agra dijo...

LUMPEMPO, gracias por ponerme en ese lugar. Me siento bien. Yo te deseo felicidad, o paz o más alegrías que penas y a esas penas les deseo sabiduria. Eso deseo, en general. Espero sigamos leyéndonos aunque sea unn año más. Un beso!

santiago, muchas gracias! felicidades!

Anónimo, fuck you!

Anónimo dijo...

Feliz 2010 para vos y todos los que te siguen.

Marina Agra dijo...

:)

nowhereman dijo...

Me erizaste la piel, me dieron ganas de cerrar esa basura que llamo Mi blog.Sin palabras, saludos

Marina Agra dijo...

nowhereman, bienvenido por acá y no digas eso: ahí voy para tu blog, a darle vida, por si lo querés en verdad matar! gracias por el halago ;)