domingo, 8 de mayo de 2011

Una pluma más, un jazmín menos

Cada vez que me dispongo a esperar mi cumpleaños, una sensación de lágrima atragantada, una especie de psoriasis dialéctica que aburre, que cansa, que se vuelve odiosa; una evidencia de mi pesimismo existencial, de mi construcción de mundo pre menstrual, llena todos los espacios. Y los que me rodean, quienes todavía me escuchan y quienes empiezan a hacerlo, a veces no entienden que esta es tan solo una de mis formas de felicidad. Y se sofocan. Que aunque parezca derrotada, víctima de lo que a la mirada no se le escapa, sin embargo me busco en la verdad y en el peor de los escenarios, solo por si acaso, y también porque sí. Porque dentro del mar de males se encuentra el bien: no es al revés, no es al revés. Tal vez una defensa, tal vez un estado real. Será que intuyo más de lo que puedo explicar. Como sea, se trata de la búsqueda de sentirme viva, cada vez, de la atención puesta ante el riesgo de olvidar que más allá de la supervivencia, está la vida; mucho más allá de la existencia, que impera porque está dada y que nos ata a nuestros centros y nos quita de la dulzura de los márgenes, está la vida. ¡Y qué egos cerrados manejan a quienes se niegan a asumir que lo irreversible existe, y estalla de significados! Un amor ya mutado me lo enseñó: hay que elegir incansablemente y saber que mientras los deseos nos impulsan solo las ideas nos salvan. Y gracias por eso. Entonces celebro cuando no pierdo la cuenta, aunque sea la cuenta de decir ¡demonios! un año nuevo es uno menos. Uno que ni la sabiduría que conlleva el taladro que baja el número perdona a lo que se va. El jardín pierde sus jazmines, el pasto se fortalece. La ecuación nos determina, y está bien. Necesito del olor y necesito de mis pies, que es decir que necesito de mis sensaciones y de mi razón. Cumplir años me conmueve, amigos, pero no teman, que el hecho de que construya ensayos no deshoja mis ilusiones, solo afirma algunas ideas a las que quiero por el peso que está en mí, y también por convicción. Todos mis caminos, incluso los más rebeldes ¡los más amados!, conducen a la aceptación.

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