domingo, 11 de julio de 2010

Laberinto

¿No es acaso la rebelión una premisa que horas más o menos se convierte en norma? ¿Por qué hace falta ser? ¿Ser rebelde? ¿Distinto? ¿Músico? ¿Intelectual? ¿Empresario? ¿Tiene algún fin? ¿No es buscando ser cuando todo queda inmediatamente perdido, esclavizado, incluso en la más viva rebelión? ¿La psicología colabora en estos procesos? ¿Para curar? ¿Y para qué curar? ¿Para ser normal: poder dormir, amar, compartir? ¿Con qué fin? ¿Con qué pretexto la aventura hacia el sentido? ¿Acaso lo que importa tiene que tener sentido? Por lo demás, ¿qué sentido es posible en un mundo injusto? Porque la justicia sí tiene un fin, ¿no? Al menos la divina. ¿O es una excusa tal a la de construir para añorar una añoranza que valga la pena, cuando sólo quede bajo nuestros pies el refugio del recuerdo? ¿No podríamos acaso inventar un pasado? ¿Para qué valernos de la realidad de lo que fue si, a fin de cuentas, también podríamos no estar convencidos de lo sucedido? ¿Es acaso el presente la única realidad comprobable? Y si lo es ¿por qué usamos nuestro presente para construir un futuro? ¿No es el porvenir una instancia más cercana a la muerte? Entonces, al aferrarnos a la vida en este contexto, ¿no nos enfrentamos a una contradicción? Si la vida sólo insiste en abandonarnos, mientras que la muerte nos espera, como segura de su amor, ¿no tiene mayor sentido construir una muerte valiente que una vida digna? Pero decía: ¿con qué pretexto la aventura hacia el sentido? Que es: ¿dónde se pule la llave que abre el sentido?

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